Otro paseito y nos encontraremos con ciudades amuralladas que cobran una tasa (menos de 5 céntimos de euro) por entrar. Aquí cierran las puertas cuando anochece y ya nadie puede entrar ni salir hasta la mañana siguiente. Vaya, como en la Europa de hace siglos. Afortunadamente--para nosotros, no para ellos-- el turismo masivo tipo Benidorm no vendría aquí, porque todo huele bastante fuerte a putrefacción y la ciudad está muy contaminada (si, muy contaminada) por los tubos de escape de los motocarros y los coches. Tanto que en los barrios modernos la gente va con mascarilla. Además hay pocos hoteles de tipo europeo. Toda una suerte. Si no, en pocos años se convertiría en otra Disneylandia como Amsterdam, Marrakech o Venecia.
Con la vida que se hace en la calle hay suficiente para flipar un par de años. Pero hay más: la ciudad --como todo el país--- está estructurada en castas, cada una con su idioma y categoría social. La más alta son los newari, que hablan algo parecido al chino. Y dentro de las castas, los miembros de la familia no son todos igual, ni mucho menos. Se vive en macrofamilias alrededor del abuelo. Todos en la misma casa. Mandan, por supuesto, los abuelos que son los amos. Los siguientes en categoría son el hijo mayor y su mujer. Y la más pringada es la mujer del hijo menor. A ella le toca el papel de criada del grupo familiar. Ah!, las fotos son de 1995.
El papel se fabrica a mano, se pone a secar en las terrazas y, como hace el señor de la gorra, luego se recoge y se vende.
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